¿Quién es el prójimo?
El prójimo es el que hace misericordia, el que sirve en el nombre del Señor; el que está dispuesto a detenerse, a detener su caravana y atender la necesidad del caído, del herido, del despreciado, del “pequeñito de Dios.” (Mat. 25) El prójimo no es cualquiera. Es el que está dispuesto, voluntariamente y con gozo, a tomar en serio la Palabra de Dios (que es “locura” para los que se pierden) y detenerse a sanar al herido; a perdonar; a bendecir, a amar; como lo han hecho con él. Juzgar es fácil, detenerse a perdonar, sanar y amar es difícil.
Amar a los amigos y familiares a veces es fácil; amar a los enemigos es difícil. Pero ¿saben que? La culpa la tiene Dios. Él fue el que comenzó esté revolú de perdonar. Fue iniciativa de Él; Él se lo inventó. Él lo hizo primero... ¡Él fue el primer prójimo! y nos invita a seguirlo y hacer lo mismo.
No me sigan a mí, sigan a Jesús. (“Don’t follow me, follow Jesús”.) Él extendió sus brazos y murió por nosotros: fue nuestro prójimo y nos invita hoy a participar juntamente con Él en Su Mesa, en donde él selló, firmó, el pacto: Mi vida pongo, Mi cuerpo y mi sangre: para perdonar pecados y reconciliar al mundo con Dios. Cántico: Si tu quieres sentir el Espíritu manifestado, olvídate del problema y sé prójimo para aquel que esta a tu lado.
Alaba al Señor con tus brazos, corazón, mente, puertas y ojos. Habla bien de Dios: haciendo lo que Dios manda: O.B.D.C. No trates de oír a Dios por un lado y al enemigo por el otro oído. ¡Tápale tu oído al diablo! y solo escucha a Dios. No inventes excusas, “razones”, argumentos. Tírate al ruedo, tírate al medio, ¡Atrévete a Ser libre! ¿Tu sabes quién té estará esperando al otro lado de la esclavitud, del resentimiento, del odio, de la amargura? ¡Se llama, Jesús!
EL PASTOR PERSONAL.
El que dice: ”Mi vara y mi cayado te infundirán aliento aunque estés en el valle de la sombra, de la desolación, de la tristeza y de muerte.” El que dice: “No te dejaré, ni te desamparé.” El que dice: “Nada, ni nadie los podrá separar de mi amor.” El que dice: “Yo estaré contigo hasta el final.” El que dice: “Yo enviaré otro consolador.”
El no murió y se olvidó de nosotros: ¡No! ¡Él está Presente! Él sigue siendo el primer y mejor prójimo que tenemos. Él camina con nosotros para ayudarnos, para que podamos contar con Él. (Yo cuento con mi Cristo por la mañana al despertar, cuento con mi Cristo en la tarde al caminar, cuento con mi Cristo por la noche al descansar, Paso a Paso con mi Cristo...”) Porque me estoy encariñando con Él.
Hermanos y hermanas: Ser prójimo es una bendición que Dios nos concede. Hay que ejercitar la fe para poder vencer al enemigo con todas sus artimañas y maquinaciones. (No sé cuánto tiempo duraré aquí, pero yo quiero ser el prójimo de ustedes porque Dios me dio a su hijo, Jesucristo, como ejemplo, modelo, de lo que debe ser un prójimo.) Hermanos: la fe hay que ejercitarla. Hay que ser del ejército de la Fe; la “Iglesia-Prójimo”, la Iglesia del Amor de Dios. “Alimenta tu fe y no quedará espacio para tus dudas” (“Dale de comer a tu fe y se morirán de hambre tus dudas.”) Los voy a retar hasta que no me aguanten. Yo no me inventé eso de ser Iglesia de Puertas Abiertas, corazones abiertos, brazos abiertos y mentes abiertas. ¡Eso fue Dios! Si ustedes quieren un Pastor perfecto, ejerciten la Fe y sigan el ejemplo de Cristo. ¡Él es el Buen Pastor! Honremos a los que nos han precedido, a los que nos ha enseñado y mostrado su fe y sigamos su ejemplo: la nube de Testigos.
El prójimo no es el objeto de la historia, es el sujeto. El prójimo no fue el que recibió misericordia, fue el que fue movido a misericordia. No Seamos pasivos, esperando que nos den, que nos pidan perdón. Seamos pro-activos, valientes y dejemos que Dios nos mueva a Misericordia.
¿Recuerdan la Anécdota del jovencito admirando el carro nuevo? “Me lo regaló mi hermano.” “¡Wow!” Dijo el jovencito. “Ya sé lo que estas pensando”, dijo el dueño del carro, “Si yo tuviera un hermano así.” --“No,” respondió el jovencito, “lo que pienso es si yo pudiera ser un hermano así.”
Seamos prójimo hoy. El mayor de los prójimos nos invita, nos llama. Vengamos voluntariamente.
Para los hermanos mayores: Tengan cuidado a quién están oyendo y a quién le están creyendo. No podemos tener doble ánimo. La Palabra es clara: Dios ordena; nosotros obedecemos. No tratemos de usar estrategias foráneas, extrañas al Reino de Dios, Reino de la luz, para apagar el fuego del altar. El fuego está encendido, la fiesta comenzó y si los invitados no vienen, Dios traerá a otros.
No se dejen engatusar: No peleen por mí, yo ya sufrí esta decepción, peleen por su salvación; que yo pelearé por la mía. Cuando se seque el cariño, Dios me moverá: Él es mi Buen Pastor, Un Pastor Personal.
Amen a Dios y obedézcanle ciegamente: Ésta es Su Iglesia, Su obra. Nosotros solo somos siervos de Él. (¡Casi Na!) ¿Qué dice el Señor? ¿Qué amemos? Pues, como hijos, siervos y discípulos obedientes, vamos a amar. ¿Que perdonemos? Pues vamos a perdonar, etc. ¿Amén? Si algo sale mal, eso no es problema suyo, sino del que lo ordenó a amar, a perdonar, a bendecir y a hacer misericordia. ¡A Él sea la Gloria!
Aquí hay gente y personas mucho más inteligentes, mansos, humildes, buenos que yo. ¡Pero ninguno ama a Dios más que yo! (Quizás igual, pero no más.)