Sermón: “La Palabra de la Cruz” 15 de marzo de 2008
Rdo. Dr. Juan G. Feliciano-Valera, Pastor Iglesia Metodista de Puerto Rico "Obispo Corson"
1ra Corintios 1: 18 Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. 19 Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. 20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? 21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 2 4 mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. 25 Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
INTRODUCCIÓN: (1ra Corintios 1:18) “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.” Hoy quisiera compartir una palabra de fe sobre la Cuaresma, que nos hace, nos invita, a recordar, a hacer memoria del costo de nuestra salvación. La Cuaresma nos invita a prepararnos para entender la inmensidad del Amor y la Gracia de Dios. Nos invita y nos lleva de la mano a la última semana de Jesús, a Su pasión, muerte y resurrección. No olviden esto amados(as): Nosotros(as) conocemos el final de la historia y los relatos de la Semana Santa. Sabemos Quién salió victorioso. ¿Amén? No fue el enemigo de las almas, ni la fe tóxica que envenena el alma; la victoria fue para La Palabra Encarnada, la Palabra Viva, que vivifica el alma. Sabemos que los eventos fueron crueles, pero sabemos que Cristo fue glorificado, exaltado y que por llagas fuimos nosotros(as) sanados, salvados. ¿Amén? ¡Amén! Hoy quiero compartirles una palabra de fe sobre la cruz.
La Cruz. Esta palabra no se encuentra en todo el Antiguo Testamento. No se encuentra en la Biblia de los judíos. No se encuentra en la Biblia Hebraica. No se encuentra allí. {PAUSA} ¿Oyó bien? La palabra “cruz” no está en todo el AT. ¿Cómo es posible? {PAUSA EXTENDIDA} ¡Se trata de Dios! ¡No se trata de nosotros(as)! ¡Fue Dios! ¡Es Su inmenso Amor y Su Gracia! ¿Amén? ¡Imagínese: Dios dejando morir a Su Hijo en una cruz! ¡Qué locura! ¡Imposible de entender para la mente “humana”! Hay quienes han llegado al punto de llamarla “la cruenta cruz” porque, ciertamente, fue una tortura cruel. Especialmente para un hombre como Jesús: manso, sublime, cortés, amable, apacible. La cruz. {PAUSA}
Sin embargo, quiero decirles que ninguna palabra en el lenguaje humano, {¡Óigalo bien!,} ha venido a ser más conocida universalmente que esta palabra: La Cruz. {REPETIR}
El término griego para “cruz” (“stuaros”) o del latín (“crux” o “crucifigo”) significa, en primer lugar, una estaca o viga vertical, y en segundo lugar, estaca utilizada como instrumento de castigo y ejecución. La cruz fue inventada posiblemente por los persas o fenicios, la usaron los griegos y cartagineses, y sobre todo los romanos. La palabra “patíbulo” viene del latín (“patibulum”), que significa el palo transversal de la cruz.
El Antiguo Testamento no registra la crucifixión de criminales vivos. Las ejecuciones se llevaban a cabo por apedreamiento. Sin embargo, ocasionalmente se colgaban cadáveres en los árboles como advertencia (Dt. 21:22–23; Jos. 10:26). Dichos cadáveres se consideraban malditos (de aquí, Gál. 3:13), y tenían que quitarse y enterrarse antes de la caída de la noche. Esta práctica explica la referencia neotestamentaria a la cruz de Cristo como un “madero” (Hch. 5:30; 10:39; 13:29; 1 P. 2:24), símbolo de humillación.
Sin embargo, la palabra de LA CRUZ representa la acción que demuestra más claramente la Gracia de Dios. ¿Cuál es la Palabra que resume la acción de Dios sobre los que se arrepienten y creen en el Evangelio, Las Buenas Nuevas de Dios en Jesucristo, El Señor que murió en La Cruz? La última Palabra de Dios no es la condenación. No es el infierno. No es la ley. No son los estatutos, mandamientos, ni rituales, ni las reglas. La última Palabra, la Palabra de Dios que permanece para siempre, es la Gracia de Dios. Gracia. Amor gratuito. Amor incondicional. Amor permanente para los que se arrepienten y creen en el sacrificio, la oblación, de Cristo en la cruz. ¿Amén? ¡Amén! Para muchos, esta palabra es locura y tropezadero, pero, para los que creen, es PODER, POTENCIA DE DIOS.
Yo les dije, que a los pastores(as) nos gusta jugar con las palabras. Las palabras, para el escritor(a) y para el pastor(a), son las herramientas principales de su taller. Uno juega, manipula, escucha las voces, los fonemas, los sonidos de las palabras. Esa es nuestra delicia, nuestro gozo. Al escritor(a) le encanta retozar con las palabras.
Aquí hay otra de esas palabras con las cuales a uno le encanta estudiar. La Cruz. Ni con ésta, ni con la Gracia, se puede “jugar”, en el sentido de diversión. Son palabras teológicas que han perdurado; palabras cuyo significado no se han dañado con el tiempo. Son palabras teológicas, que hablan sobre el carácter de Dios. La gracia de Dios es una palabra que ha perdurado a través del tiempo recordándonos que las cosas buenas no vienen por nuestros propios esfuerzos sino por la gracia de Dios. La palabra de la cruz ha perdurado a través del tiempo recordándonos que no fue por nuestros méritos que fuimos hechos salvos, ni que nacimos de nuevo, sino por La Palabra de Dios. ¡Imagínese: el Hijo de Dios muriendo en una cruz para darnos perdón, vida eterna y paz; en un mundo corrompido por el pecado, contaminado con la pestilencia de la muerte y alborotado con la borrachera de vicios y la violencia! Wow! ¡Qué Dios tenemos nosotros(as)! Un Dios de gracia. Gracia divina.
Por eso, la Palabra de La Cruz es tan importante y significativa para nosotros(as). Fíjese que TODA la historia del mundo, después de la muerte de Jesús en una cruz, ha sido medida por la distancia entre este evento, antes y después. ¿Oyó bien? TODA la historia de la humanidad se mide en cuánto tiempo ha pasado entre el ANTES o el DESPUÉS de la crucifixión de CRISTO. Creo que hay que gritar: ¡Aleluya! ¡Gloria a DIOS! ¡ALELUYA! ¡Creo que hay que alabar a DIOS! ¡Creo que es hora de creerle a DIOS! ¡Creo que podemos tomar nuestras cruces, seguir a CRISTO y darle gracias a DIOS! ¡Yo le creo a DIOS! ¿Habrá alguien más? ¿Amén?
El símbolo y principal contenido del Cristianismo y de la práctica de la fe cristiana se encuentra en esta única palabra: La Cruz.
Esta palabra se menciona treinta veces (30) en el Nuevo Testamento. La primera referencia la da Jesús cuando nos invita a dejarlo todo, tomar cada uno nuestra cruz y seguirlo en el Camino.
APLICACIÓN Y LLAMADO. ¿Qué significa la palabra de la cruz para nosotros(as) hoy?
La palabra de la cruz es locura ciertamente para los que se pierden (“locura para los gentiles” y “tropezadero para los judíos”), pero para nosotros, los que aceptamos este sacrificio (“los que se salvan”), es POTENCIA (Poder) de DIOS. (1 Cor 1:18).
Cristo crucificado: es poder de DIOS; la locura de la predicación es Sabiduría de DIOS: “porque lo insensato de DIOS es más sabio que los hombres, y lo débil de DIOS es mas fuerte que los hombres.” (v. 25.)
Nos corresponde responder a nosotros: ¿O aceptamos la invitación de DIOS a creer, obedecer, seguirle y someternos a Su Voluntad o decidimos considerarnos “sabios” en nuestra propia sabiduría y “entendidos” en nuestro propio entendimiento? ¿Será que somos más inteligentes, más sabios, más entendidos que DIOS?
Lo único que necesitamos es a Cristo en nuestras vidas, lo demás será añadido por Dios. DIOS es como poderoso guerrero que pelea por nosotros y nos ayuda a derribar los gigantes que se levantan contra nosotros. Les invito a creer y a dar “la buena batalla de la fe” en Jesucristo. Prediquemos con nuestras vidas a CRISTO, crucificado, muerto y RESUCITADO: ciertamente lo necio, lo débil, lo menospreciado por el mundo, pero, hecho por DIOS sabiduría, justificación, santificación y redención. ¡A ÉL sea la Gloria! ¡Amén!
LLAMADO. ¿Qué significa hablar la palabra de la cruz en nuestras vidas? Significa que cuando nos acusen injustamente, no respondamos de igual manera; significa que cuando tengamos razón para odiar, escojamos amar; significa que cuando nos hieran, no nos venguemos; significa que cuando se levanten tormentas en nuestras vidas, confiemos en el Señor y estemos en paz; significa que cuando tengamos razones para desquitarnos, escojamos perdonar; significa que cuando vengan enfermedades a nuestras vidas, estemos confiados en el Señor de la Vida; significa que creamos a DIOS cuando dice que “todo obra para el bien de los que le aman”; significa que aunque todo parezca que va mal, podamos confiar que DIOS todo lo puede arreglar; significa que cuando yo no puedo, CRISTO EN MI, sí puede; significa que aunque mi mente me diga que no es posible, yo pueda decirle a mi mente: “Todo lo puedo en CRISTO que me fortalece”; significa que cuando me toca trabajar para el Señor, aunque no tenga “tiempo”, allí estaré disponible y dispuesto para el Señor de la Viña.
La palabra de la cruz ciertamente detiene la lógica humana, la contradice: el mundo dice, “no se puede”, CRISTO dice “sí se puede”; el mundo dice, “odia”, CRISTO dice: “ama.” El mundo dice: “desquítate, que tú tienes la razón, la lógica está de tu lado”, CRISTO dice: “perdona, aun cuando te duela.” El mundo dice: “vélalo cuando se descuide y cáele encima”, CRISTO dice: “perdona a tus enemigos.” El mundo dice: “tú tienes la razón, no te saludaron, no te llamaron, no te procuraron, vete de la iglesia, ahí lo que hay son un montón de domingueros, hipócritas, pecadores”, CRISTO dice: “perdona, mira la viga que hay en tus ojos, restaura y reconcíliate con DIOS.”
Ésta es la Palabra de la Cruz: No se trata de mí, se trata de DIOS. ¿Quién debe triunfar en mi vida: mi mente o DIOS? ¿Quién debe tener la razón espiritual: mi lógica o DIOS? ¿Quién debe gobernar mi conducta, mis relaciones, mis pensamientos: mi mente carnal o el ESPIRITU SANTO? ¿Quién debe tomar decisiones en mi vida: yo o mi Señor?
Ahora DIOS pone delante de nosotros(as) la vida y la muerte; la bendición y la maldición: escojamos cuál queremos: la vida o la muerte; la bendición o la maldición. ¡Yo y mi casa escogemos a DIOS!
Dejemos que el mundo se burle de nosotros, si eso es lo que los hace felices; pero nosotros(as) hablemos La Palabra de La Cruz. Aunque sea una locura, aunque sea tropezadero para algunos. (Testimonio de cuando dejé la Universidad para seguir a CRISTO y servirle como pastor. ¡Dejé el maletín por la Biblia! Todo el mundo pensó que yo estaba loco; ¡Sí, por CRISTO! Y no me arrepiento.)
ÉSTA ES LA PALABRA DE LA CRUZ, locura ciertamente para los que se pierden, pero para nosotros(as), los que aceptamos este sacrificio, es POTENCIA, Poder de DIOS. (1 Cor 1:18).
Vengamos al Altar los pobres en espíritu, los débiles en CRISTO, los insensatos para el mundo, los locos en y para CRISTO. A fin de cuentas, somos más que vencedores (no por nosotros(as), sino por ÉL), somos del Señor, tenemos Poder de DIOS para vencer las tentaciones y soportar las pruebas. Venga lo que venga, adoremos a DIOS.
Alguien ha definido la crisis así: "La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y los países, porque la crisis trae progreso. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar 'superado'. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla." (Albert Einstein.)
Notas adicionales sobre La Cruz:
Además de la crux simplex o palo vertical, se empleaban otras formas. La crux commissa (o de San Antonio) que tenía la forma de una T mayúscula, y la crux immisa, en que el palo vertical sobresalía sobre el horizontal. Según la tradición, esta última fue la cruz en que murió Jesús. La referencia en los Evangelios al título sobre la cabeza de Jesús (por ejemplo, Mt 27.37) respalda esta idea. El uso de la crux decussata (de San Andrés), en forma de X, no se ha podido comprobar definitivamente.
La cruz consistía en un palo vertical de unos 2, 5 m de largo (que muchas veces se dejaba permanentemente en el lugar de ejecución), el palo transversal o patibulum, y una saliente de madera o sedile, que servía de asiento para sostener el cuerpo del crucificado y prolongar así su martirio.
Para los escritores romanos, la crucifixión era "el suplicio más cruel y horroroso de todos". Se aplicaba generalmente a esclavos y a libres no romanos, por crímenes de robo, homicidio, traición o sedición. Después de condenado, el reo sufría los AZOTES prescritos, lo que a veces producía la muerte. Luego se le imponía el patibulum y se le llevaba por las calles principales hacia un lugar fuera de la ciudad. Iba custodiado por cuatro soldados, y llevaba un "título" o tablilla blanca con su nombre y delito escrito.
Cuando los evangelistas escuetamente dicen de Cristo que "le crucificaron", se refieren a un proceso muy conocido. En el lugar de ejecución, los soldados desnudaban al reo y tomaban sus vestidos como botín. Luego de atarle o clavarle las manos al patibulum, levantaban este con la víctima y lo colocaban en su lugar, de manera que los pies quedaban a poca distancia de la tierra. Los pies y las manos podían atarse o, como en el caso de Cristo, clavarse a la cruz (Lc 24.39). Los restos recién descubiertos de un crucificado en Palestina indican que un solo clavo atravesó lateralmente ambos tobillos. Por último se aseguraba el título, dejando a la víctima en agonía.
Lo horrible de la muerte por crucifixión se debía en parte al intenso dolor causado por la flagelación, los clavos y la incómoda posición del cuerpo que dificultaba la respiración. Además, la deshidratación por la pérdida de sangre y la calentura producían una sed intolerable. A esto hay que agregar la vergüenza que sufría el condenado al verse desnudo ante los curiosos que pasaban insultándole. Los judíos acostumbraban ofrecer al crucificado una bebida narcótica para aliviar el sufrimiento, bebida que Jesucristo rechazó (Mt 27.34).
El crucificado moría lentamente, casi siempre el segundo día, pero a veces hasta el octavo. El exceso de sangre en el corazón, debido a la obstrucción de la circulación, combinado con la fiebre traumática, el tétano y el agotamiento, mataba a la víctima. Para acelerar la muerte de un crucificado, se le quebraban las piernas con un martillo (costumbre llamada crurifragium, cf. Jn 19.32s), antes de traspasarle con espada o lanza, o bien se le ahogaba con humo.
Cuando los escritores del Nuevo Testamento hablan de la crucifixión no se refieren al sufrimiento que causaba, sino a su significado. La crucifixión en varios pasajes representa todo el mensaje de salvación por la muerte de Cristo (por ejemplo, 1 Co 1.18). A los griegos les parecía locura que el Mesías hubiera muerto en la forma más ignominiosa (1 Co 1.23), y para los judíos esta afirmación era un tropiezo (Gl 5.11). Para estos, un crucificado caía bajo la maldición aplicada a cadáveres colgados en un lugar público (Dt 21.22, 23; cf. 2 S 4.12). Rechazaban hasta violentamente la idea de salvación mediante una cruz (Gl 6.12; Flp 3.18).
Los cristianos, sin embargo, veían en la cruz su salvación (1 Co 2.2). Cristo, al llevar nuestros pecados en la cruz (1 P 2.24), sufrió la maldición que a nosotros nos tocaba (Gl 3.13). Su muerte en la cruz efectuó la reconciliación con Dios (Col 1.20), como también la reconciliación entre judíos y gentiles (Ef 2.16).
La cruz también simboliza separación de la vieja vida. Por su unión con Cristo, el creyente participó en la muerte sobre la cruz (Ro 6.6). Como resultado, está libre del dominio del pecado (Ro 6.11), del yo egoísta (Gl 2.20; 5.24) y del mundo (Gl 6.14).
Al decir que el discípulo debe "tomar su cruz" (Mc 8.34; Lc 9.23; 14.27), Jesús recordaba la escena de un condenado llevando su patibulum por las calles. De igual manera, el seguidor de Jesús tiene que aceptar el desprecio y renunciar a sus derechos propios.
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